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jueves, 12 de marzo de 2015

El comienzo del resto de mi vida


Después de relataros mi estancia en el Hospital para mi autotrasplante, me sentí como si ya os hubiera dicho todo lo importante y ese, es en parte el motivo de mi ausencia por este tiempo, pero yo sé realmente que mi historia está inconclusa.

Si las palabras no vienen solas, es difícil encontrarlas. Pero sé que os debo el acabar mi historia y desde el aeropuerto internacional de Bata en Guinea Ecuatorial, con la tranquilidad que siempre me dio estar en tierras africanas, las palabras parece que están volviendo y la historia componiéndose de nuevo en mi cabeza.  No olvidéis que, al fin y al cabo, yo nací en este continente (Melilla) y por tanto soy africano de pleno derecho.

Así que aquí estoy, para seguiros motivando en esta lucha diaria contra la enfermedad, ya que mi historia va de motivación y de éxito y esto, como ya os repetido muchas veces, depende en gran medida de la actitud de cada uno de nosotros.

Ya os había contado mi lucha en el Hospital y mi salida, que fue el punto de inflexión real de mi recuperación.

Salir de Hospital en tan poco tiempo, supuso para mí una gran infusión de optimismo y la vez el punto de partida del resto de mi vida, aunque si lo analizamos fríamente, esto ocurre todos los días.

Algo muy común y humano cuando sufrimos un trance como este, es querer hacer cosas que tenemos aparcadas y que nos hacen ilusión, pero que nunca encontramos el momento de realizarlas.

¡Qué equivocados estamos! Pero nunca es tarde para rectificar, aunque lo realmente sabio sería “escarmentar en cabeza ajena”. Aquí tenéis la mía.

En mi caso una de esas cosas es la pasión por las motos y mas después de mas de 20 años sin tener una. Como ya os he contado, le tomé la palabra a mi amiga Paloma, en un momento suyo de debilidad y en cuando salí del hospital comencé los trámites para comprarme una moto.




Aquí tenéis las fotos de un sueño conseguido. Después de mas de veinte años deseándolo y de mas de tres años peleando con nuestras mujeres, mi amigo Paco y yo nos convertirnos en dos niños con zapatos nuevos como se observa en nuestras caras.


Paloma, siempre te he dicho que tuve que coger un cáncer para convenceros de que nos dejarais comprarnos la moto. Aunque ahora en el pecado lleváis la penitencia, ahora sois vosotras las que estáis deseando salir a pasear en moto.

¡Quién os ha visto y quién os ve!

Nunca me podía imaginar, que comprarme una moto iba a convertirse además en mi tabla de salvación, pues es así como conocí a mi amigo Rámón del que ya os he hablado y del que todavía os tengo que contar algunas cosas, aunque el no quiera, pues ha sido el mayor artífice de que el mieloma no me acompañe en estos momentos. Deuvilleros en acción:



Qué paradojas tiene la vida, fue necesario que me pusiera contra las cuerdas, que pendiera sobre mi cabeza la tan famosa espada de Damocles pendiendo de un fino hilo, para que comenzara a disfrutar de verdad de las cosas que tenía a mi alrededor.

No puedo mas que dar gracias al universo por haberme enviado esta prueba, que me ha hecho superarme y cambiar mi escala de valores.

No me hubiera sido posible llegar aquí, sin la actitud de lucha que desde el primer día creció en mi interior. Sin esa rebelión de todas las células de mi cuerpo para luchar contra la enfermedad, sin ese convencimiento de que la victoria es cierta y la lucha larga.

En mi última entrada os decía que “Hay quién pensará que todo son casualidades y que realmente yo he tenido suerte y el cáncer que tengo ha sido mas benigno que el que él pueda tener.” Hoy sé que no es así.

En la última consulta con mi hematólogo, me dijo algo que hasta ahora no había sido capaz de decirme, que cuando el mieloma se convierte en leucemia de células plasmáticas, se tiene el peor pronóstico que se puede tener y que en este estadio, aún con el autotransplante, la esperanza máxima de vida es de dos años. En mayo hará cuatro años que me diagnosticaron leucemia de células plasmáticas. Y en estos momentos la enfermedad sigue sin reaparecer, hace ya tres años que estoy en remisión total.

En estos tres años he tenido noticia de que otros conocidos míos has contraído un cáncer, e incluso algunos de ellos han fallecido. He visto como afecta negativamente a familias completas la noticia, hasta el punto que no se atreven ni siquiera a hablar de ello. Creo que es un error.

No voy a decir que sea una buena noticia que te digan que tienes cáncer, pero no es mas que una enfermedad mas, de las muchas que nos aquejan y que pueden acortar nuestra vida. No hay mas condena de muerte que la que asumimos cuando nacemos y tenemos la certeza de que vamos a morir por el hecho de haber nacido.

Como yo le decía a mi amigo en el hospital, que tengamos un familiar con cáncer no nos garantiza que vayamos a vivir mas que él, e incluso que cualquier otro familiar pueda morir de cualquier otra cosa.
Entonces ¿porqué nos ponemos tan tristes, si no tenemos esa certeza? ¿porqué no, simplemente, les dedicamos algo mas de tiempo? Simplemente porque la vida nos recuerda que no somos eternos y es en esos momentos que pensamos que podemos perder a alguien cuando nos damos cuenta que hemos perdido mucho tiempo con cosas fútiles

¿Porqué no disfrutamos el tiempo que estamos junto a ellos en vez de estar tristes pensando que se van a marchar?

Por otro lado, no todos somos iguales, es verdad, pero también he visto esa actitud de querer esconder la enfermedad como si fuéramos culpables de algo, como si fuera un estigma tener cáncer. Que no se hable de ello delante del enfermo. A mí me ha ayudado hablar de ello. Enfrentarlo con toda naturalidad, contar lo que estaba haciendo para luchar con el cáncer.

Tratarlo de tú a tu y aceptarlo como una compañía indeseable, pero compañía con la que durante una temporada no pude mas remedio que bailar, pero que gracias a Dios, pude darle una patada en el c……. y que espero que no vuelva a pedirme que volvamos a bailar juntos. Es que eso del baile no está hecho para mí.

Cuando Dios repartió el don de la danza y el oído para la música, tengo la certeza de que yo había ido al baño.  Así que, como os digo, espero no tener que bailar con el cáncer nunca mas. Pero si algún día tuviera que volver a hacerlo, espero hacerlo con la misma naturalidad con la que lo he hecho hasta ahora.

Es por el derecho que me da el ser uno de vosotros, alguien que ha padecido cáncer, por lo que me siento con la fuerza para deciros una vez mas: no os dejéis vencer, levantaros y luchar, pero sobre todo, disfrutad del camino.


Vosotros ya habéis ganado.